sábado, 4 de agosto de 2012

La familia sobre ruedas

Glorioso Horizon diesel 5 marchas
y espacio inagotable en su interior.
Ahora que me toca hacer encaje de bolillos para colocar en el maletero carrito de bebé, bañera, mochila, bolsas, cuna plegable... Y hacer un hueco a la sillita de Marina para pasar poco más de un fin de semana ocasional en Porto de Galinhas, a 70 kilómetros de Recife -o una hora y media contando con salida de ciudad y retenciones moderadas por el camino-, me pregunto más que nunca cómo se lo montaban mis padres para afrontar esos interminables viajes a Ferrol, recorriendo los distintos tramos de la vieja Carretera Nacional 6, a partir de Ponferrada siempre detrás de algún camión de ésos que construían los viaductos de la inacabable A-6 que veíamos crecer con tanta envidia a través de los cristales del coche. Cómo se lo montaban logística y psicológicamente, primero con el Talbot Horizon y luego con el Solara, para afrontar las horas y horas de viaje con seis hijos discutiendo, revolviendo, jugando y vomitando. Sin sillitas especiales para menores (hubiésemos precisado de un autobús para viajar todos según las normas de tránsito actuales), con todas las necesidades de manutención y vestido de todos, incluidos los progenitores, cubiertas.

Porque viajar en familia de coche tiene esas cosas: necesitan planificación. Aunque no tanta como para acabar echando para atrás un viaje, cosa que puede pasar si te paras a antever y prevenir los mil y un avatares y estreses que eso conlleva: Estiba de maletero y ocupantes, pises y cacas desalojados, ruta trazada, paradas planeadas, biodramina a mano... Efectivamente, antaño las cosas se hacían de otra manera. Me confesaba mi amigo Ventura cuando nació Marta, sus preocupaciones por la necesidad de comprar un coche mayor, tipo todoterreno gigante chupa-combustible de esos. "Para qué, si con el tuyo o el de Mammen, dá para viajar bien los tres. Es más, para no salir de la ciudad más que una vez al año, dá más que de sobra", le dije yo, medio de burlas por su preocupación, recordándole el muy usado ejemplo de mis padres y sus seis hijos. Ahora soy yo el que no se explica cómo lo hacían, intentando desvelar su secreto.

Pero eso no nos quita las ganas de seguir viajando. Con buenos ejemplos es mejor. Las carreteras de antes y los coches de antes no eran mejores, lo que anima mucho. Cierto es que ahora, de lo segundo hay mil veces más con un montón más de conductores, creo, más temerarios. También las normas han cambiado, y en ciertos puntos se han recrudecido. Por ejemplo, ahora a doña Fátima ni se le pasaría por la cabeza llevar una hija en el regazo y otra a los pies en el asiento de copiloto para aligerar carga en el banco de atrás, donde nunca más podrán viajar cuatro o cinco chavales unos encima de otros. Como digo, no se quitan las ganas de coger el coche un sábado o domingo de mañana, definir un destino y hala, pasar el día haciendo pequeñas expediciones, conociendo tu entorno, que es en lo que consiste esto. Viajes son tanto las odiseas de Ulises o las sagas de los vikingos, como los paseos de fin de semana en familia. ¡Paciencia, buen humor y buena ruta! 

Nenhum comentário:

Postar um comentário